lunes, 16 de marzo de 2009

Fragmento de "El enigma de la infancia" Jorge Larrosa

El enigma de la infancia
Los niños, esos seres extraños de los que nada se sabe, esos seres salvajes que no entienden nuestra lengua.Sin embargo, podemos abrir un libro de psicología infantil y sabremos de sus satisfacciones, de sus miedos, de sus necesidades, de sus peculiares modos de sentir y de pensar. Podemos leer un estudio sociológico y sabremos de su desamparo, de la violencia que se ejerce sobre ellos, de su abandono, de su miseria. Tenemos bibliotecas enteras que contienen todo lo que sabemos de los niños y legiones de especialistas que nos dicen lo que son, lo que quieren y lo que necesitan en lugares como la televisión, las revistas, los libros, las salas de conferencias o las aulas universitarias. Podemos ir a unos grandes almacenes y encontraremos ropa de niños, juguetes de niños,, libros de niños, objetos para los cuartos de los niños. Podemos repasar la cartelera de espectáculos y veremos películas de niños, teatro de niños, música de niños, exposiciones de niños, parques de atracciones, circos, fiestas de niños, programas de televisión para niños. Si visitamos la ciudad veremos escuelas de música para niños, escuelas de artes plásticas, de danza, centros de ocio y tiempo libre, ludotecas, polideportivos. Si nos colamos en ciertos despachos veremos que hay una política social y educativa para la infancia y, por lo tanto, montones de planes y proyectos para los niños hechos como se hacen los planes y los proyectos, con un diagnóstico de la situación, unos objetivos, unas estrategias y una serie de mecanismos de evaluación. Y si nos dedicamos a conocer gente encontraremos enseguida multitudes de maestros, psicólogos, animadores, pediatras, trabajadores sociales, pedagogos, monitores, educadores diversos y todo tipo de personas que trabajan con niños y que, como buenos especialistas y buenos técnicos, tienen también determinados objetivos, aplican determinadas estrategias de actuación y son capaces de evaluar según ciertos criterios la mayor o menor eficacia de su trabajo.La infancia es algo que nuestros saberes, nuestras prácticas y nuestras intuiciones ya han capturado: algo que podemos explicar y nombrar, algo sobre lo que podemos intervenir, algo que podemos acoger. La infancia, desde este punto de vista, no es otra cosa que el objeto de estudio de un conjunto de saberes más o menos científicos, la presa de un conjunto de acciones más o menos técnicamente controladas y eficaces, o el usuario de un conjunto de instituciones más o menos adaptadas a sus necesidades, a sus características o a sus demandas. Nosotros sabemos lo que son los niños, o intentamos saberlo, y procuramos hablar una lengua que los niños puedan entender cuando tratamos con ellos en los lugares que hemos organizado para albergarlos.No obstante, y al mismo tiempo, la infancia es lo otro: lo que siempre más allá de cualquier intento de captura, inquieta la seguridad de nuestros saberes, cuestiona el poder de nuestras prácticas y abre un vacío en el que se abisma el edificio bien construido de nuestras instituciones de acogida. Pensar la infancia como algo otro es, justamente, pensar esa inquietud, ese cuestionamiento y ese vacío. Es insistir una vez más: los niños, esos seres extraños de los que nada se sabe, esos seres salvajes que no entienden nuestra lengua.(...)Todos trabajan para reducir lo que aún hay de desconocido en los niños y para someter lo que en ellos aún hay de salvaje. Entonces, ¿dónde está la inquietud, dónde el cuestionamiento y dónde el vacío, si la infancia ha sido ya explicada por nuestros saberes, sometida por nuestras prácticas y capturada por nuestras instituciones, y si lo que todavía no ha sido explicado o sometido está ya medido y señalado según criterios metódicos de nuestra voluntad de saber y de nuestra voluntad de poder?La infancia como algo otro no es el objeto (o el objetivo) del saber sino lo que escapa a cualquier objetualización y lo que desvía de todo objetivo; no es el punto de anclaje del poder, sino lo que marca su línea de derrumbe, su límite exterior, su absoluta impotencia; no es lo que está presente en nuestras instituciones, sino lo que permanece ausente e inabarcable, brillando siempre fuera de sus límites. (...) Por lo tanto, la otredad de la infancia es nada más i nada menos que su absoluta heterogeneidad respecto a nosotros y a nuestro mundo, su absoluta diferencia. (...) Ahí está el vértigo: en como la otredad de la infancia nos lleva a una región en la que no rigen las medidas de nuestro saber y nuestro poder.(...)De lo que se trata aquí entonces, es de devolver a la infancia su presencia enigmática y de encontrar la medida de nuestra responsabilidad en la respuesta ante la exigencia que ese enigma lleva consigo.(...)Las palabras sencillas son las más difíciles de escuchar. Enseguida creemos que las hemos entendido inmediatamente, sin prestar oído, las abandonamos y pasamos a otra cosa.(...)La educación es el modo como las personas, las sociedades, las instituciones responden a la llegada de los que nacen. La educación es la forma en que el mundo recibe a los que nacen. Responder es abrirse a la interpelación de una llamada y aceptar una responsabilidad. Recibir es hacer sitio: abrir un espacio en el que lo que viene pueda habitar, ponerse a disposición de lo que viene sin pretender reducirlo a la lógica que rige en nuestra casa.No se trata entonces de que, como pedagogos, como personas que sabemos de niños y de educación, reduzcamos la infancia a algo que de antemano ya sabemos lo que es, lo que quiere y lo que necesita. (...)Tampoco se trata de que, como adultos, como personas que tenemos un mundo, veamos la infancia como aquello que tenemos que integrar en nuestro mundo. (...)Por último, tampoco se trata de que, como adultos, como personas que ya estamos en el mundo, que ya sabemos como es el mundo y hacia dónde va o hacia dónde debería ir, que ya tenemos ciertos proyectos para el mundo, convirtamos la infancia en la materia prima para la realización de nuestros proyectos sobre el mundo, de nuestras previsiones, nuestros deseos o nuestras expectativas sobre el futuro.(...) La otredad de lo que nace sólo puede hacerse presente como tal cuando, en el encuentro con ella, encontramos verdaderamente algo otro y no simplemente lo que nosotros hemos puesto allí. El nacimiento, por tanto, implica, la aparición de algo en lo que nosotros no podemos re-conocernos a nosotros mismos.(...)El encuentro con lo otro no es ni apropiación ni un mero re-conocimiento en el que se encuentra lo que ya se sabe o lo que ya se tiene, sino un auténtico cara a cara con el enigma, una verdadera experiencia, un encuentro con lo extraño y lo desconocido que no puede ser reconocido ni apropiado. El sujeto del reconocimiento es el que no es capaz de ver otra cosa que a sí mismo, el que percibe lo que le sale al encuentro a partir de lo que quiere, de lo que sabe, de lo que imagina, de lo que necesita, de lo que desea o de lo que espera. El sujeto de la apropiación es el que devora todo lo que encuentra convirtiéndolo en algo a su medida. Pero el sujeto de la experiencia es el que sabe enfrentar lo otro en tanto que otro y está dispuesto a perder pie y dejarse tumbar y arrastrar por lo que le sale al encuentro: el sujeto de la experiencia está dispuesto a transformarse en una dirección desconocida.
Jorge Larrosa En: Larrosa, Jorge y Pérez de Lara, Núria (compiladores) Imágenes del otro, Barcelona, Virus, 1997

2 comentarios:

Unknown dijo...

Creo que la relación entre adultos y niños es una relación que se encuentra en permanente tensión. Ante la definición de eso nuevo, extraño y enigamtico uno asume una posición en la que inevitablemnte, me parece, surge el reconocmiento " soy esto" porque "no soy aquello" con lo que me comparo. Es decir, soy en relación con el otro pero definiendo por la negativa.Creo que cuesta mucho salirse de eso. Es un ejercicio bastante complejo el que propone el autor (aunque adhiero totalmente) cuando habla de transformarse en una dirección desconocida porque creo que el contexto en el que vivimos no admite tal cosa y creo que eso sería relevante cuando pueda generalizarse y no sea ejercicio de unos pocos.No sé cómo podría lograrse eso pero acuerdo en que es necesario el encuentro cara a cara con el enigma porque será en ese encuentro donde se modifiquen entre ellos y al mundo que los rodea siempre y cuando el adulto logre desestructurarse y dejarse tumbar.

Unknown dijo...

Necesito una buena reflexion sobre el texto. Entonces infancia y niñes son lo mismo?